El pasado 2020 ha sido el año definitivo en que las empresas han asumido la necesidad de integrar la sostenibilidad, especialmente a través de la alineación de sus Planes Estratégicos e identidades corporativas con la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta incorporación de las 3 dimensiones del desarrollo sostenible -medioambiental, económica y social- dentro de la propia idea negocio de las empresas supone un cambio de paradigma, en el que el sector privado deja de ser un agente pasivo para convertirse en un eje principal sobre el que construir un crecimiento inclusivo y respetuoso con los entornos sociales y medioambientales.
Pero para que la palabra sostenibilidad no se convierta en un significante vacío es necesario darle contenido a estos Planes Estratégicos. Deben generar un nuevo liderazgo del propio negocio, estableciendo nuevos retos y objetivos diferentes a los tradicionales de maximización de la rentabilidad. La generación de impactos sociales y medioambientales positivos ha de introducirse en la filosofía empresarial como nuevos indicadores de éxito equiparables a su sostenibilidad económica.
Para esto, es imprescindible definir conceptualmente cuáles son los objetivos marcados en relación con la sostenibilidad, tanto para el sector en el que nos encontremos como para la propia empresa. Pues cada problemática es diferente, y si bien las 3 dimensiones del desarrollo sostenible y los 17 ODS son categorías amplias y globales en donde -casi- todo cabe, debemos acotar nuestra actuación sobre aquellos elementos o áreas en las que tenemos la capacidad y el alcance para generar un impacto positivo a medio plazo.
La metodología que seguimos en ICSEM para desarrollar con éxito una estrategia de sostenibilidad, es una metodología innovadora, basada por un lado en un análisis exhaustivo del contexto característico de cada empresa o sector -benchmarking de la situación actual del sector y análisis de buenas prácticas- y por otra en la integración de la opinión, percepción y retos de los diferentes grupos de interés en la propia definición de la estrategia.
Realizar una consulta y abrir el proceso de definición a nuestros grupos de interés de relevancia tanto internos (dirección y trabajadores de diferentes departamentos de la empresa) como externos (instituciones públicas, organizaciones sociales y medioambientales con relación directa, academia y resto de la cadena de valor) es imprescindible para que todos la sientan como propia. Que la responsabilidad de su implementación -y de su éxito- sea un deber compartido ayudará a que esta no se entienda como una barrera a la actuación de la empresa, sino como una visión compartida que debe generar una nueva cultura de trabajo y de negocio.
Tras un análisis diagnóstico certero que consiga establecer un punto de partida, es igual de importante definir el horizonte en el que aspiramos a trabajar.
Establecer planes que incorporen objetivos concretos, medibles y realistas que permitan ir dando pasos y generando un proceso de desarrollo sostenible es el único camino para que no se convierta papel mojado.
Pero todo este desarrollo debe justificarse y medirse; y este es el punto clave para asegurar que nuestra estrategia de sostenibilidad llegue a buen puerto. La Agenda 2030 definió hasta 232 indicadores diferentes para medir el alcance de sus 169 metas. Estos pueden ser un buen punto de partida, al igual que los estándares GRI; pero sin duda deberemos adaptarlos a nuestra propia realidad y a los proyectos y acciones que definamos en la ejecución de nuestra estrategia para garantizar que podemos conseguir la información y los datos necesarios; articulando así un cuadro de mando que sea la herramienta principal a través de la que hacer el seguimiento y revisión de nuestra estrategia.
Por último, dos ejes transversales que consideramos imprescindibles a la hora de hablar de la sostenibilidad y de integrar la Agenda 2030 en la planificación empresarial son la generación de alianzas y la comunicación.
Establecer sinergias que involucren a los grupos de interés en la estrategia ayudará a hacerlos partícipe de su éxito, reforzando los impactos positivos sobre nuestro entorno; a la vez que, de manera paralela, se refuerza todo este proceso con una estrategia comunicativa y un ejercicio de divulgación sobre cuál es el horizonte conjunto para el que trabajamos.
Conseguir un futuro próspero e inclusivo tanto con las personas como el planeta, sustentado sobre un crecimiento económico sostenible, es el único camino posible, y la Agenda 2030 es una gran herramienta para ello.